Dormir me gusta y me disgusta a la vez.
Me gusta quedarme dormida, sobretodo me gusta dormir cuando no puedo dormir; a las 7.32 de la mañana cuando suena el despertador, durante las clases de historia mientras escucho al profesor, los días de resaca que tengo comida familiar... En esos momentos sí, sí apetece dormir largo y tendido, hasta el infinito y más allá.
Pero otras veces no, otras veces desearía no tener esa necesidad humana de dormir, porque me quita tiempo valioso de mi vida. Pasamos gran parte de nuestra vida durmiendo. Muchas veces ese tiempo me gustaría utilizarlo para otras cosas como, pintar, hacer deporte, socializarme o simplemente ver una película. Pero siempre el sueño es más fuerte que yo y caigo a rendida a sus pies.
Querría tener la posibilidad de dormir solo por placer. No cansarme nunca, o no necesitar del sueño para descansar, y que dormir solo fuese algo mas en lo que pasar el tiempo, otra forma de ocio, cómo andar en bicicleta o leer.
¿Sería guay verdad?
Es tarde y no tengo mucho sueño, mis dos compañeros de piso duermen, o eso creo, y yo debería hacer lo mismo. Pero sé que me meteré a la cama, cerraré los ojos y me pondré a pensar en hoy, en ayer, en antes de ayer, en ella, en ellos, en ella y en él. En cosas que todavía no han llegado, y quizás nunca lleguen. Pensaré tanto que llegaré a pensar en cosas que no tengan que ver con lo que pensaba al principio, y después, intentaré pensar en blanco, pero entonces también estaré pensando, y intentaré concentrarme y dormirme, y igual entonces me duermo. O igual antes de todo esto, porque creo que ya mis párpados empiezan a pesar y tengo un bostezo en la boca de la garganta.
Café con hielos los viernes |
Un mosto en verano |
Una caña los sábados |
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