Desayunaba sola mientras miraba con concentración al cubo de la basura, del que de vez en cuando salía alguna hormiga cargando algún alimento. Su mirada paseaba entre el cubo y la taza que tenía delante, llena de leche con cacao y cereales de chocolate. Oía el ruido de los cereales en su boca al crujir. No hacía ni frío ni calor y el ambiente olía a cerrado. Las persianas del salón estaban todavía bajadas por lo que la casa estaba casi a oscuras, salvo por la luz fluorescente de la cocina.
A veces se inventaba historias. Era una chica bastante miedosa y su tremenda imaginación le ayudaba a crear cuentos espeluznantes en su cabeza. Pero odiaba pensar en esas cosas cuando estaba sola en casa.
De repente oyó un ruido, un sonido que provenía del armario del pasillo, era el típico ruido que hacía la madera de las puertas viejas. No se asustó ya que al vivir en una casa vieja las puertas a veces parecían tener vida propia y retorcerse por el dolor de los años de más. Volvió a oir el sonido, esta vez más fuerte, y calló algo al suelo. Se puso en tensión, el cuerpo paralizado al mismo tiempo que todos los fantasmas creados por ella misma aparecían en su mente. Estuvo quieta casi medio minuto, y al ver que no pasaba nada pensó que era tonta y siguió comiendo tranquilamente sus cereales empapados de leche. Cuando levantó la cabeza para volver a dirigir su mirada al cubo de la basura, en su lugar, apareció una silueta, silenciosa y de pie observándola desde el pasillo. Se asustó tanto que no supo que decir ni que hacer, casi se le olvida incluso respirar. Con los ojos como platos observó a aquel hombre extraño que sin saber como había aparecido en su casa y la miraba con un gesto inexpresivo. No supo que decir hasta que sin pensarlo, sus labios pronunciaron unas palabras: " ¿Qui-qui-qui-eres de-desayunar algo? " Le temblaba la voz. No quería hacer movimientos bruscos. El hombre aparentaba 40 años, aunque por su forma de vestir parecía más joven.
Se sentó con ella sin hablar, y asintió con la cabeza. La chica le sacó una taza, café y cacao, galletas, zumo de naranja y bizcocho. Le ofreció todo lo que tenía en la cocina para ver si el hombre se entretenía y no le hacía daño. No se atrevía a salir de la cocina, ni a darle la espalda al extraño. Caminaba sin hacer ruido, mejor dicho se deslizaba, como una bailarina que anda de puntillas, de un armario a otro de la cocina, intentando satisfacer los desconocidos gustos del invitado. Él comía algunas cosas, pero no salía ni una palabra de su boca.
Al cabo de un rato el hombre se levantó de nuevo, buscaba algo con la mirada. " Gracias " Escribió con letra infantil en un trozo de papel con un bolígrafo azul. La chica no sabía que hacer, pero optó por sonreír tímidamente e intentar no cruzar miradas.
Eran casi las 12 del mediodía y aquel personaje de nombre desconocido parecía no tener intención de moverse de la casa, por lo que ella trató de entender el por qué de su inesperada visita, y en el mismo pedazo de papel escribió " ¿Quieres algo más? :) " " No, gracias, estoy bien ".
Todo resultaba surrealista. ¿Cómo había llegado aquel hombre solitario a la casa? ¿ De dónde había salido? ¿Qué quería de ella? ¿Quién era? Le venían tantas preguntas a la cabeza que no sabía por dónde empezar. ¿ Estaría loco? ¿ Querría hacerle daño? ¿ O simplemente quería un poco de compañía ? Deseaba cerrar los ojos y que al abrirlos otra vez todo volviese a ser normal como siempre, que el desconocido no estuviese allí, que nunca hubiese estado y que los personajes de su imaginación nunca más saliesen de su cabeza para entrar en su cocina. Pero eso no podía ser, el desconocido seguía allí mirándola fijamente. Se volvió a sentar y empezó a escribir en el papel. " Me llamo Isabella, tengo 20 años y vivo aquí con dos amigos míos. ¿ Cómo te llamas tú? " No hubo respuesta, y aunque su pulso aún temblaba por el miedo, no se rindió. " Estudio arte, esta mañana pensaba ir a pasear por la ciudad y a hacer la compra, ¿te gusta pasear? " El silencio se prolongó más tiempo. Ya habían pasado dos horas cuando el hombre se decidió a escribir algo. " Yo me llamo Juan " Se quedó pensativo. " Me gusta pasear, pero no por la ciudad, me gusta el parque ".
Isabella dejó de sentir tanto miedo como antes, si después de dos horas Juan no le había atacado, dudaba que tuviese alguna mala intención. " Voy a prepararme y vamos a dar una vuelta " Dijo Isabella intentando transmitir confianza.
Se vistió y metió en el bolso las cosas que necesitaba. Juan la esperaba en la puerta, con su inexpresiva mirada clavada en ella.
De repente se dio cuenta de que se olvidaba algo. El móvil. ¿Dónde estaba? " ¡ No puedo creerme que haya perdido el móvil otra vez! Lo buscó por todas partes. Buscó en la lavadora e incluso en el cajón de la ropa interior, pero nada. Con tristeza dijo " Ya es el octavo móvil que pierdo, o igual me lo han robado. Ya me da igual... Total, siempre me roban " Por el rabillo del ojo vio que Juan se metía la mano en el bolsillo. Rápidamente se puso alerta, preparada para defenderse, pero con el terror corriendo por sus venas. Las piernas le temblaban, pensaba que del bolsillo sacaría un cuchillo, una pistola... Juan se acercó sigiloso, y con una sonrisa casi inapreciable le puso el móvil en la mano, hizo un gesto para pedir papel y bolígrafo. " Ayer te vi pasar por la calle, y se te calló el móvil al suelo. Ibas corriendo, muy deprisa. Quería devolverte el teléfono pero soy mudo y no te podía gritar. Corrí por detrás tuyo, pero no pude alcanzarte. Entraste al portal, la puerta se mantiene abierta unos segundos así que pude entrar y vi que subías." Isabella no se creía lo que estaba oyendo, no se creía que alguien le había perseguido hasta casa sin que ella se hubiese dado cuenta. Juan siguió. " Esperé en el portal. No sabía qué hacer, no quería asustarte. Después de un rato me di cuenta de que no habías cerrado bien la puerta de la casa. Entré y te busqué. Creo que todos estabais dormidos. No tenía a donde ir. Me quedé aquí por no despertaros."
Aquel hombre con aspecto extraño que había aparecido en su pasillo sospechosamente tan sólo quería devolverle el teléfono.
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